lunes, 16 de noviembre de 2009

En busca de una nueva vida (II)

Para el primer vuelo de la tarde. Ni siquiera estaba seguro de a dónde quería volar. Apenas tenía una pequeña maleta que había preparado deprisa y corriendo antes de salir. Llevaba lo básico, mitad para el verano por si acababa en un lugar cálido, y mitad para el invierno por si tenía que enfrentarse a una cruda nevada.
Cuando legó al mostrador del aeropuerto preguntó por los próximos vuelos:
-Bueno, dijo la azafata mirando el ordenador, en la próxima hora sale uno para Portugal y otro para Noruega. ¿Le saco billete para alguno de estos destinos?
Mario se quedó paralizado, de pronto todo su entusiasmo cayó a sus pies. ¿Qué estaba haciendo? Se comportaba como un loco. Daría media vuelta y volvería a su farmacia como si nada de esto hubiera pasado. Al menos su farmacia era segura, sin sustos, sin sorpresas…
-Mejor déjelo, creo que voy a …
-Oh, interrumpió la azafata, ¿es usted Mario, verdad?, ¿el farmacéutico?
Mario estaba muy sorprendido, no le había dicho nada sobre sí mismo a la azafata
-Eh… sí, sí, soy yo, ¿pasa algo?
-Tenía que haberme dado cuenta de que era usted, me dieron una foto suya para reconocerlo pero no había caído. Su billete ya está sacado señor, lo tengo aquí mismo. La azafata le tendió a Mario un billete sin dar más explicaciones. Él lo cogió en un acto automático aun aturdido.
-Disculpe, pero debe haber un error, no creo que yo… Entonces miró el billete, y vio su nombre, sus apellidos y su DNI. Era todo correcto, eran sus datos. Mario estaba muy confuso, la cabeza le daba vueltas y apenas sabía qué pensar. Quizás el destino le estaba dando un empujón con ese billete, o a lo mejor se trataba de una trampa peligrosa.
-¿Y dónde se supone que me voy, señorita?
-A Oslo, por supuesto, y en primera clase. Su avión sale en 30 minutos y su equipaje ya está en la bodega del avión.
Aguien se había tomado muchas molestias para que Mario subiera a aquel avión, incluso le habían preparado el equipaje. Todo era demasiado extraño. Mario estab a punto de devolver el billete y marcharse a casa cuando recordó los motivos que le habían llevado hasta allí. Quería cambiar, quería una vida nueva, y precía que la oportunidad estaba delante de sus ojos. Tomó una profunda respiración, cerró los ojos y, sintieno como si se dejara caer de una gran altura dijo:
-¿Cuál es mi puerta de embarque?

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