sábado, 28 de noviembre de 2009

Constanza (3)

CAPÍTULO 2

Atónita de ver delante de ella un pasillo iluminado, de paredes blancas y cuadros con figuras abstractas y mil colores que no podia reconocer, puertas finas, incluso algunas con cristal, se atrevió a dar un primer paso y dejar su habitación. Miraba con la boca abierta cada rincón, cada paso que daba, observaba algo novedoso: un baño pequeño, con una ducha en la que ni te podías acostar para que las criadas te dieran un baño caliente, además había un extraño taburete con un agujero en medio y un botón, el cual desconocía su uso. En una mesita había un objeto en forma de pinzas que llevaba pegado una especie de cuerda negra que iba a la pared.
No quiso tocar nada, no daba crédito a lo que estaba sucediendo. Salió del baño y siguió caminando. Escuchó unas voces, se fue acercando y, vió a un hombre que estaba en la cocina fregando los platos, el cual le dijo:

- Constanza, ¡otra vez con el mismo disfraz! Anda, ve a tu cuarto y ponte la ropa que te he dejado planchada.

Todavía estaba en su nube, además cababa de ver a un hombre fregando platos y que había dejado la ropa... ¿planchada? ¿Qué era eso?
Constanza retrocedió por el mismo camino que había realizado. Pero aquí no acababa su asombro....
La ropa que debía ponerse era nada más y nada menos que... ¡unos pantalones!¡Pero si eso sólo lo llevaban los hombres del reino!

Más que ropa parecía un puzzle, no sabía por donde empezar, además parecía un disfraz de arlequín.
Cuando consiguió vestirse, la misma voz que antes le había hablado dijo:

- ¡Constanza, Juan, bajad rápido que sinó se irá el autobús sin vosotros y yo tengo que irme a la oficina a trabajar!

Al escuchar el nombre de Juan, Constanza bajó muy rápido creyendo que se encontraría a su futuro esposo, pero tal fue la decepción cuando sólo encontro a un niño de 5 años con un traje de rayas rojas y blancas que cualquier esperanza de encontrar a alguien conocido se desvanecía.

Subió a ese carruaje que llamaban autobús, el cual no iba tirado por caballos. Parecía de otro planeta.
Miraba a los demás niños y niñas que iban dentro, parecía una broma todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Se sentó y miró por la ventana: había una serie de carruajes muy extraños, a parte de lo que llamaban autobús, había otros de dos ruedas y montado encima hombre o mujeres con un gorro sólido, también los había de cuatro ruedas que tiraban humo, incluso algunos iban en hilera enganchados al suelo. Las casas eran enormes, algunas hasta de veinte plantas, con cristaleras enormes.
Las mujeres llevaban pantalones y ropas muy ceñidas al cuerpo, las faldas tan cortas que se les podía ver las piernas cuyo tono de piel de muchas de ellas estaba bronceada por el sol.

De repente, se pararon delante de una casa muy extraña en la que todos los niños entraban y se ponían a jugar.

Constanza bajó lentamente, con cautela se sentó en un banco. Sonó un timbre, todos dejaron de jugar, y se pusieron en filas.
Una mujer se acercó a Constanza y la puso en su lugar correspondiente.

- Vamos constanza, ponte en la fila con tus compañeros para entrar a clase.

Poco a poco fueron entrando a las aulas y se sentaron en sus pupitres.
Era la primera vez que Constanza iba a dar clases con otros compañeros...

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